MEXICALI, 17 julio de 2020 (Especial/únicoBC).- Los cambios derivados de la incertidumbre producida por la pandemia de COVID-19, relativos al orden en el que se llevan a cabo las actividades cotidianas, han originado nuevos ritos y rituales que hacen más llevadero el confinamiento para las personas, a quienes con su práctica les otorgan un sentido de control y certidumbre ante la situación.
Un rito es, por definición, una costumbre o ceremonia, mientras que un ritual es aquello que está impuesto a la costumbre. En conjunto, cuando se practican en la vida cotidiana se vuelven parte de la normalidad, explicó el Dr. Josman Espinosa Gómez, Docente Investigador de la Escuela de Psicología de CETYS Universidad, Campus Mexicali.
Al formar parte de la vida cotidiana, todo individuo ha sido participe de algún ritual, añadió, por ejemplo durante la celebración de bodas, bautizos, despedidas de solteros, baby showers, comidas familiares, noches de juegos o películas, entre otros.
La finalidad principal de estas celebraciones es reforzar la cohesión, primero familiar y luego comunitaria. Psicológicamente estos ritos favorecen la creación de lazos con el círculo más cercano, así como la formación de la identidad e incorporación a un grupo.
Por otra parte, vivir con una incertidumbre como la producida por el aislamiento social, necesario para evitar la propagación del COVID-19, trae consigo sensaciones de pérdida de control, que a su vez, tienen el potencial de ocasionar diversas consecuencias emocionales y psicológicas, expuso el investigador.
“Los rituales restauran en algo ese control y ayudan a una mejor regulación emocional de experiencias negativas como el miedo o la tristeza, aumentan el sentido de conexión social con los demás y el cumplimiento de metas colectivas” afirmó.
Hoy se sabe que los rituales pueden calmar emociones negativas, y proporcionar la sensación de acompañamiento en momentos complicados, además de ser de auxilio en la mejora del autoconcepto y en la vinculación con los demás, de manera positiva.
Además, la práctica de rituales ayuda a organizar la vida grupal, ya que resuelven los problemas adaptativos de vivir en colectivo, y permiten, entre otras cosas, identificar a los miembros del grupo y distinguirlos del resto, disponer de formas predefinidas de demostrar compromiso con los valores del grupo, y facilitar cooperación mediante coaliciones sociales e incrementar la cohesión social.
En ese sentido, Espinosa Gómez agregó que conforme avanzamos a la nueva normalidad, algunos ritos y rituales que han aparecido y otros estarán por venir, como:
El proceso de lavado de manos y desinfección o sanitización de los artículos.
Utilizar equipo de protección como: Cubrebocas, guantes, caretas, etc.
Mantener el distanciamiento social.
El cambio de saludar estrechando la mano por un toque de codo a codo.
Estornudos de etiqueta.
Planear las salidas solo con motivos esenciales.
Resguardarnos en casa.
Celebraciones a distancia, a través de herramientas digitales.
El académico concluyó que los rituales son adaptativos y evolucionan en función de las necesidades de la sociedad, lo que trae consigo un impacto positivo en el desarrollo cognitivo y emocional al incluirlos dentro de la rutina.