TIJUANA.- Las paredes de la Sala de Empoderamiento del CEJUM albergarán durante seis meses la Exposición “Mujer Etérea” de la artista Sarahí Caballero, tijuanense, diseñadora gráfica, quien desde el año 2009 ha expuesto su obra y se distingue por abordar al espíritu humano como eje central.

Magdalena Bautista Ramírez, directora del CEJUM, dijo durante su intervención que el arte debe estar presente en los procesos de prevención y erradicación de la violencia de quienes acuden en busca de solución a sus problemas.

“Tenemos una magnífica exposición, del acervo del Centro Cultural Tijuana, que nos habla de la esencia de nosotras como entes sanadores y con gran capacidad de ayudar a nuestras familias y a los demás”, reflexionó.

Por su parte, Alma Delia Abrego Ceballos, secretaria de Cultura de Baja California, habló en el sentido que cada vez las mujeres son más visibles en cuanto a la realización de políticas públicas, que hoy se tiene más clara la importancia de la mujer como creadora y como constructora de paz.

“Muchas veces la cultura es percibida como un tema accesorio, y en este sentido ahora se está redimensionando el verdadero poder, la verdadera función y utilidad social de la cultura, que viene a permear en lo más profundo de la persona, en su esencia, que es su ser espiritual, sin que sea religioso”, abundó.

Por lo que se refiere a Vianka Santana, directora general del Centro Cultural Tijuana, comentó que la obra de Sarahí Caballero es en memoria de Ma. Carmen García Sanmiguel (1929-2017).

Refiere “Mitakuye Oyasin” (todos están relacionados) y que en tierra Kumiai -Tecate, Baja California, México- habitan rocas, abuelas sabias de la antigüedad, que en su memoria guardan toda la historia, llenas de energía, rocas sanadoras, madres. Hay un tiempo en toda mujer, sin importar su edad, que escucha el llamado de la abuela sabia para sanar.

En esta ocasión se convocó a mujeres para participar voluntariamente en este proyecto en el que cada una eligió una roca.

Mujer Etérea muestra una mujer liviana que se desprende de todo aquello que pesa: el estatus social, el trabajo, la rutina, los problemas cotidianos, para encontrarse consigo misma y fusionase con la roca, abrazando su naturaleza para desaparecer de ella. De esta manera elige su danza interna, la melodía del viento y la paz del silencio.

La sanación inicia con la caminata por el cerro, el aroma de la salvia y el romerillo. Al encuentro con su roca inicia una transformación, cada mujer se va conectando con la roca elegida y mostrarse desde dos perspectivas, en la primera, tal y como es, libre; en la segunda, etérea.

 

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